El mundo del arte está repleto de obras asombrosas, obras que hasta podrían hacer emocionar al corazón más duro. Sin embargo, son pocos los que recuerdan que detrás de ese arte hay una persona. Una persona que ha recorrido un camino, ya sea largo o corto, en busca de su identidad artística. En este caso hablaremos de Gabriel Schiavina, un artista plástico autodidacta de 46 años y oriundo de Rosario que comenzó su recorrido a los 12 años.
“Con el mundo de la pintura empecé desde muy chico. Recuerdo que durante las clases en el colegio dibujaba los márgenes de las hojas de los cuadernos o de las carpetas, sin prestar mucha atención a lo que pasaba alrededor. Yo ya sabía que me iba a dedicar al dibujo y la pintura”, cuenta mientras su voz intenta recuperarse de un resfrío. “Acá tenemos a una de las mellis enferma, entonces con mi esposa Penny hacemos malabares”, aclara.

Cuadro pintado por Gabriel Schiavina. Óleo sobre tela 130 x 80 cm
Schiavina continúa hablando de su infancia y agrega: “Con 12 años empecé con pintura al óleo y ahí vendí mi primera pintura”. Se llamaba “Vanidades de la vida”, un cuadro basado en naturaleza muerta, arte clásico del romanticismo y que es una reproducción que vendió de un artista holandés. “Lo compró un médico amigo de la familia”, dice.
Tan solo visitar su página oficial o mismo sus redes sociales hay una temática que sobresale de cualquiera: el Río Paraná. En la descripción de su trabajo se encuentra la palabra identidad y es lo que él ha buscado hasta que se topó con el agua. “Yo elijo pintar el río porque el río me eligió a mi, no yo a él. Una vez un amigo, parafraseando una frase, me dijo: ‘Pinta tu entorno y pintarás el mundo’. Yo venía pintando paisajes de distintas partes del mundo y no tenía mi tema, mi enfoque. Me di cuenta que el río me llamaba y yo lo ignoraba. A los pocos años de empezar a pintar se empezó a notar el río en mis obras, el río como tal como el registro patrimonial que es. Cuando me di cuenta, fue un amor a primera vista, yo no podía responderle más que con colores. Es una deuda moral y de código que tengo con él. El río es una persona más, nos comunicamos. Ese sentimiento filial entre el río y yo surgió solo y mágicamente”, explica Gabriel.

El primero de la serie plateada. Óleo sobre tela 75 x 125 cm. Obra de Gabriel Schiavina
Como sumergido en el mismísimo río Paraná, entre su oleaje y sus colores, el artista continúa hablando: “Para mí el río significa no solo un paisaje lindo y un elemento pictórico sino que también es un gran maestro de vida, de enseñanza. Yo del río y las costumbres del río como elemento agua y todo su bioma me enseñan constantemente cosas. Su topografía, sus características físicas, el fluir a un destino, hay todo un contexto metafísico que tanto mi pintura como el río Paraná sean mi templo, mi santuario. Ahí es donde busco las respuestas”.

Óleo sobre tela 80 x 80 cm, obra de Gabriel Schiavina
Gabriel ha viajado por el mundo con sus obras y tiene diferentes referentes como lo son Raúl Domínguez y Helmut Distch. Este último es un artista plástico argentino radicado en Viena hace años del que Schiavina ha aprendido a perfeccionar la técnica. “El detalle y la técnica se fueron logrando con los años. Es producto de muchos años de estudio. Disciplina de ponerse horas y horas a repetir, investigar y practicar y no desenfocarse para aprender secretos de la técnica que requieren más que talento mucha práctica para generar esa memoria muscular. El detalle se logra a partir de la observación, tratar de replicar eso en la pintura, de cómo interacciona la luz con lo que lo rodea, el agua, y lo que requiere el hiperrealismo y el oleaje es un trabajo detallado y de mucha paciencia”, agrega.
Finalmente, Gabriel cuenta acerca de sus proyectos a futuro, su intención de seguir presentándose en eventos internacionales, aunque lo que más lo apremia ahora es la construcción de su estudio y galería propia. “Todos están relacionados con la pintura. Estamos abocados al 100% con eso. La vocación es así, no te libras ni durmiendo a diferencia de la profesión. El resto del día que queda hace malabares para ocuparse de los hijos y demás. Yo sé que sin Penny esto sería imposible”, concluye.

Obra al óleo 150 x 200 cm. Última obra de 2022 de Gabriel Schiavina